Nicolás Machín – Colacho para todos – nació cuando Lanzarote apenas conocía el turismo y Playa Blanca era un pequeño pueblo de pescadores.
Empezó a trabajar en Casa Salvador siendo muy joven y de la necesidad surgió la vocación: pronto aprendió los misterios de la cocina y se adentró en sus secretos siguiendo siempre la necesidad de investigar para desarrollar su propio concepto de la restauración.
Ha logrado la realización del sueño de su vida, tener su propio restaurante en donde poder crear libremente.
Esta historia comienza en un Lanzarote de hace más de 40 años, cuando Playa Blanca era un pueblecito en el que lo único moderno y boyante eran los alemanes que comenzaban a descubrir la isla.
Un chaval de apenas 8 años, para ayudar a la economía familiar comienza a trabajar en uno de los pocos restaurantes de la playa. El trabajo es fácil de imaginar y también el trato: duros.
Mientras friega platos y cazuelas el crío va observando y aprendiendo el manejo de cocina y alimentos, es inteligente y memoriza o apunta. Con el tiempo llega a ser un notable cocinero que sigue atento a la evolución de la restauración y que mantiene intacta su capacidad de constante aprendizaje.
Se casa con una mujer tan válida como él y juntos se dan el impulso definitivo para abrir un restaurante propio en el que, sin condicionantes ajenos, puede hacer de cada plato una obra de arte. La vida parece darles un revés cuando, con dos hijos muy pequeños y recién construido un precioso local de nueva planta, le diagnostican una grave enfermedad de corazón que requiere una operación muy dura y arriesgada de la que, afortunadamente, sale bien.
Nicolás (Colacho, como lo conocen todos en la isla) y Anabel forman un extraordinario equipo: él, en la cocina, ella en comedor, comida y trato exquisitos para que cualquier cliente quede satisfecho y hasta asombrado, pues ella es una magnífica pintora y expone parte de su obra en el mismo local.